El monasterio de La Oliva inició su andadura en la primera mitad del siglo XII y tuvo una vida ininterrumpida, con un peso significativo en la sociedad navarra, hasta el siglo XIX, cuando la desamortización obligó a su abandono.
En 1926, gracias a la intervención de D. Onofre Larumbe, sacerdote de la diócesis y presidente entonces de la Comisión de Monumentos en Navarra, una nueva comunidad cisterciense de la reforma trapense, huída de Francia a Suiza tras la revolución francesa, y errante durante muchos años por diferentes lugares, y afincada en los últimos años en Getafe (Madrid), adquirió de nuevo el enclave de La Oliva con lo que recomenzó, a los noventa años de ausencia, la vida cisterciense, haciendo posible la restauración del lugar y de la vida monástica.
En la actualidad es la iglesia del siglo XII, su claustro gótico, de los siglos XIV y XV, y el palacio abacial del siglo XVI y reformado en el XVIII, y que hoy acoge la hospedería del monasterio, los que conforman los edificios históricos restaurados. El resto lo constituyen sus ruinas conservadas que recuerdan la grandeza de su primera época. El edificio que alberga a la comunidad es ya una construcción nueva del último cuarto del siglo XX.
La comunidad monástica está constituida en estos momentos por doce monjes que apoyan la entrega de su vida y su carisma en el trípode de la oración personal y coral, la lectura y el trabajo, a través de los cuales expresan su labor intercesora y de alabanza en el seno de la Iglesia concreta de Navarra, y su dimensión evangelizadora como testigos de la presencia y primacía de Dios en nuestro hoy.
Es cierto que la fuerza de nuestras vidas no está en el número, sino en la calidad de nuestra entrega y de nuestro testimonio, y ahí intentamos poner el peso y el sentido de nuestra vida. Pero no podemos dejar de pedir esperanzados al dueño de la mies que envíe los operarios que sentimos necesitar, para que la presencia de nuestro monasterio siga siendo un espacio orante y de paz en medio de nuestra sociedad y nuestra Iglesia para gloria de Dios.